miércoles, 20 de octubre de 2010

Ebrio de abril...



Y es de noche y de pronto todo se oscurece a mi lado. Yo estoy oscuro desde siempre, desde que las ventanas se abren y las personas salen a trabajar buscando su periódico y el café bien cargado de la mañana. Yo estoy oscuro desde la soledad, desde el labio sumiso que abandono por las tardes para despegarme tirando por los bordes las hojas sueltas… Nadie sabe de lo que hablo, nadie escucha ni comprende porqué mis ojos son negros y porqué siempre hablo de la luz fastidiosa. Habría que renegar un poquito más, desunir lo práctico borrando el sucio argumento que ya está escrito, despilfarra las vocales y hacer crecer un mundo lleno de tristeza en mis manos.

Pero ahora que el cielo oscuro por milésima vez me ha abandonado, ahora que toda la sequedad de la resaca aparece, he ido pensando en que quizás no debí nunca haber salido de casa, no debí crecer, ni mirar el mundo sorprendido como un niño… Pero bah, estoy solo y ebrio, mirando desde un agujero la luna inmensamente cercana a mí, como si Elena estuviera jugando con las caricias oscuras en el cielo, magullando recuerdos y palabras que se rompen cuando se oye un piano al oeste. Son en estos momentos en que comprendo que Elena ya no volverá, en que nuestro amor solo sirve infinitamente estando separados. Ella siempre lejos de mí y yo oculto entre todas las mesas que aparecen de la nada como obstáculos de colores que me impiden saber en qué lugar me he escondido y por eso no seremos los mismos de siempre y sin embargo el cielo agujerado lleno de infierno gris da la vuelta, gira por mi cabeza y estoy ebrio y ahora de pronto de la nada un ciempiés a aparecido subiendo por mis piernas, jugando con mis nervios, es un ciempiés invisible para los demás que sólo yo puedo percibir, que aparece cuando no se le llama, cuando la luna rebota por la ventana y yo no dejo de tocarla y de sentirme estúpido y cursi, de pensar mil veces en Elena que ya no está, que se ha escapado por los árboles de hojas amarillas y yo la llamo “Amor ven… amor ven…” y ella no me escucha y se va con sus jeanes enormes y su cabello recogido y yo trato de que no se me escape, pero ella se filtra de entre mis dedos abandonándome otra vez… otra vez… No andrés, ella no te abandonó, tú la dejaste ir… Y de pronto al escuchar eso todos me señalan, me empujan y yo cierro los ojos… Elena está sola, perdida entre lunas fuera de esta, ya no está y la sequedad de mi boca me pide otra botella… Ella ya se fue y empiezo a fumar porque odio fumar y el ciempiés asesino sigue subiendo por mis piernas, me tiene miedo pero aun así no deja de subir, a lo mejor habría que llamarme Ronald de vez en cuando… Pero no, es estúpido, yo me llamo Andrés para ella y escribo sin sentido. Escucho a todo el mundo pero nadie me escucha a mí, ni mis amigos, ni las personas a mi lado, ni siquiera yo mismo...

Me siento solo y me gusta y me mata, de pronto suena una canción en la habitación, a lo mejor es Elena que ha vuelto, pero no eres tú, nunca fuiste tú, nunca tuviste algo que se pareciera a mí, jamás fuimos espejos y sin embargo te amé como se ama una casualidad, un amor de colores y frases blandas. Eras tan diferente a mí que me entristecía y aun así intentaba tenerte porque no podía ser de otra forma, habíamos caído en el doloroso juego del boomerang retornando cada instante para luego partir más lejos. Y ahora en esta noche los recuerdos se caen sobre mí uno a uno, como esa vez que me contaste que alguna vez habías pintado, me hablaste de colores y líneas, de textura y olores, de pronto al escucharte algo dentro de mí se abrió… quizás, tal vez, de repente… Podías ser… Elena pintabas? Y yo temblando fui enumerando los días de abril, quería saber cada detalle, fui feliz… mientras tú ahí sonriendo, enseñándome un recorte de periódico donde salías con tu pintura de un premio de colegio, te abrasé. Yo escribo y tú pintas, (escribo música de líneas guardadas en ventanas azules) Me comprendiste un instante sin querer hacerlo, no me importó que me dijeras que ya no lo hacías y que solamente ahora pintabas tu rostro con maquillaje, no importó nada, yo estuve en ese instante de cuadro y te quise de mil maneras entre tanta humedad limeña, entre tanto recuerdo inalcanzable, porque el presente es solo un momento que no tiene freno y que te dispara dejando a uno indefenso con las manos vacías… El pasado se queda con todo y los recuerdos solo sirven para consolar…

Ahora Elena dónde nos quedamos? Por qué siempre pienso y…

Elena: - Déjalo ahí tonto amor extraño –

Extraño… Todo lo es y sin embargo… sin embargo... Nada es mío... Diablos...