lunes, 26 de noviembre de 2012

Y entonces…


-Hubiéramos volado, quizá pateado alguna esquina con tal que nos dejaran en paz, hubiera sido tan de nosotros morir en esa acera, debajo de aquel árbol, a lado de esa casa fea y amarilla, quizás andrés si no hubieras dejado que me marche esa noche, hubiéramos tenido más noches para siempre…


- Es simple construir palabras cuando los recuerdos ya ni si quiera se mueven o tienen vida, cuando es fácil decir y ordenar todo como si fuera un cuento que vamos escribiendo y somos esos que dirigimos ese mundo irreal, no sé si logro explicarme, pero de qué sirve saber todo eso ahora? De qué sirve ver tu rostro, ese cabello ensortijado, esos labios que besé escondido tantas noches, de qué sirve que ocultes tu mano para que no siga viendo ese anillo de tu dedo, si a la larga la única conclusión que nos queda es que ya no volverán nunca esos instantes.

- Yo te pensé muchas veces andrés, tuve que lanzar mi celular a la pared para impedir escribirte en esas noches donde nos fuimos, donde yo no volví a ese lugar y tú jamás volviste a buscarme, a veces me pongo a pensar en todo eso. Nos queríamos tanto y sin embargo fuimos capaces de no volvernos a buscar de la noche a la mañana, no sé si eso significa que no nos quisimos lo suficiente o quizá nos quisimos demasiado que renunciáramos a ser felices.

- Míranos aquí tantos años después… No pensé volver a encontrarte.

- Hace frío, recuerdo que amas el frío y que odias el sol.

- Yo recuerdo Larco, la luna, un mes extraviado, recuerdo mucha lluvia y tu confusión. Recuerdo muchos salones vacíos y la bulla con que los autos golpeaban la calle cuando caminábamos abrazados muy temerosos, caminábamos tanto, recuerdas?

- Sí, ya teníamos nuestro recorrido por Larco hasta doblar por la pequeña calle de las trattorias y bares donde una vez te dije que te alejaras de mí.

- Es verdad, ese día todo el mundo me odió, hasta la señora que se nos acercó para decirte que yo te hacia daño, fue demasiado surrealista esa noche, una lluvia incesante, una noche de celos y peleas, una caminata en silencio, tus reproches y mi risa mientras ninguno se atrevía a decir que estábamos enamorados… Creo que fue en ese momento donde supe que nada seria fácil entre los dos, y no me equivoqué, no, definitivamente es fácil calcular mi futuro, es fácil soltar un camino y ponerme ahí por más que no quiera que sea de esa manera…

- Yo siempre pensé que eras un adivino, un brujo ingenuo, a veces dormía pensando en que sabias lo que había en mi cabeza, en que si en ese momento lloraba o sonreía tú lo sabias y por eso me sorprendía tanto cuando llegaba tu mensaje en el momento preciso, a veces me daba miedo de que fueras así, me desequilibrabas completamente, algo así como tu mirada, tu mirada tan penetrante y a la vez triste… Por qué andrés? Por qué?

- Simplemente es así, creo que cambié mucho…

- Pero tu sonrisa es tan linda, tu sonrisa lograba que yo sonriera, me hacia sentir que eras tan distinto a los demás, esa ternura tuya me inundaba, me hacia olvidar a mi familia, la hora, la culpa… Muchas veces creí que lo hubiéramos logrado y más cuando leía tus mensajes al celular, muchas veces casi nos amanecíamos escribiéndonos, y yo deseaba que estuvieras acá, que te dieras cuenta como la luna tocaba mi ventana y yo no aguantaba no tenerte en ese momento y me sentía tan mal, me costaba mucho soportarlo, saber que no podíamos estar y a la vez quererte como a nadie.

- A veces recuerdo esa época, antes lo hacia todos los días hasta que me dije que no era sano eso, así que te fui encerrando en un espacio aquí dentro y solamente te volviste un nombre, una fecha, una foto… Es verdad que habían veces que no podía evitar que aparecieras al dormir, muchas veces soñé contigo, y despertaba con esa inquietud de que no era verdad, de que ya nunca más estarías a mi lado, de que no valía la pena soñar y cerraba los ojos fuertemente y a veces ni siquiera eso funcionaba.

- Una vez, hace casi un año, te vi caminando por miraflores acompañado, te tenia del brazo y tú…

- No quiero hablar de eso.

- Se te veía feliz…

- Te dije que no, no vale la pena.

- Pero andrés, yo te odié…

- Déjalo así…

- Ella no era yo y tú estabas del brazo por Larco, ella no era yo, no entiendes?

- Tú ya te habías ido hace años y créeme que todo eso ya no lo recuerdo.

- Suerte la tuya mentiroso, no te creo nada.

- Hace frío, recuerdo que también te gustaba el frío y que odiabas al sol como yo

- Me haces reír, eres el mismo de siempre…

- No, ya no soy el mismo, sabias que se puede morir y caminar al mismo tiempo? Sabias que se puede vivir sin querer ser perdonado? Sabias que ni siquiera merezco a Dios?

- Todos merecen a Dios y tú mereces ser feliz.

- Creo que está lloviendo…

- andrés…

- Quisiera volar…

- andrés escúchame…

- Tu dedo me empuja a mi casa

- andrés…

- Es lindo haberte encontrado nuevamente, es lindo ver tus ojos, saber que no has cambiado y que sigues aquí dentro, siempre te recordaré, y toda esta noche quedará para siempre en mi cabeza.

- Nunca te hagas llamar Ronald, recuerda que para mí siempre serás andrés, ese el nombre más lindo que existe.

- Y tú recuerda que te quise muchísimo y que te sigo queriendo y que en el fondo estoy feliz por ti.

- Si yo estuviera en tu lugar no te diría eso, sino más bien te odiaría, pero siempre fuiste distinto, siempre fuiste el ideal para todos, siempre tan encantador y tan niño…

- Ya no soy el mismo…

- Cuídate andrés

- Cuídate…

- si algún día me quieres buscar, sé que sabrás cómo, y si no lo haces, sé que algún día nos toparemos nuevamente.

- Tu anillo me dice: chau.

- Ya lo guardé… Cuídate…

- Cuídate…

miércoles, 10 de octubre de 2012

Fotografías


Pueden verse las fotografías a lado derecho de la sala, y las gotas de cada copa se vuelven una pequeña lluvia en tus ojos grises.


El tren parte y las fotografías son estúpidas. Es tu estancia y estamos abrazados, es de noche y nadie entiende, no sabemos a qué hora fue, no sabemos y por eso nos callamos. Tú ya no estas mas aquí y yo me doy perfectamente cuenta de eso mientras alguien toca la puerta como esperando que no se abra, Qué nos queda? Alguien de los dos piensa y los ruidos de la calle se vuelven un no ruidos de la calle, Qué nos queda? Eso ya lo sabemos y en la puerta alguien sigue tocando mientras doy mis pasos que en verdad son pasitos o mejor dicho pasos chicos, son pasos que la alfombra no toca y quizá por eso va doliendo el dolor que siempre esta conmigo.

Son las doce y mis ojos no se dan cuenta que es tarde, las fotografías se llenan de ti mientras voy detestando las gotitas de lluvias que caen en las pocas mesas que me quedan, Dónde estoy? Sigue la bulla de la puerta como un eco desesperado de sonidos que se empujan fuera de mi boca, la oscuridad penetra todo el cuarto y los insectos se fueron por tener miedo. No hay ventana, y si hay ventana no existe, y si hay algún agujero en la puerta tampoco existe. Tienes miedo… Sé que no te gusta sentirte así, y por eso bailas, por eso estas en cada foto que se detiene en mi mejilla mientras nos miramos. Garúa tanto y lloras, no sabes nada pero lloras, esa foto es una pared entre recuerdos tan presentes como este lunes recién recogido. La soledad es algo tan mío, tan tuyo, tan caricia… Es como alguna casualidad cuando en verdad se llama realidad, y los túneles aquí en Lima no existen. No estas... y la calle donde caminamos tantas noches se vuelve un parque lejano que solo aparece en libros viejos que no me dan la razón, Qué nos queda? Sí pues, qué nos queda? Me odias o mejor dicho yo te odio, es la lógica del amor que para nada fue amor. Y las tazas que se rompen, y las mesas que ya no existen, y tú que no te asomas por ninguna parte como te recordaba mientras las calles van empujando este cuarto por no querer abrir la maldita puerta.

Alguien toca, alguien toca, no te das cuenta? Acaso alguien toca? Y me queda saber que no eres tú, por eso abro e intento ocultar esas fotos, mientras le digo a Laura que tú no existes, que sólo eres una simple mujer que no sabe de vasos y de puertas que sin querer se abren. Le explico a Laura que quiero estar solo, no te das cuenta? Eso se llama soledad, eso se llama estar triste. No, escúchame: quiero estar solo, no me hables, es inútil esperar y menos cuando Lima se oculta y derrumba mi cuarto por dejar de decir que no tengo ventana. Tú no eres la de esa foto pero eso ya lo sabemos, sabemos que no estas y que yo... Bueno, sabemos tantas cosas que los detalles no importan, yo sé Laura que estas aquí, no estoy hablando con nadie, Laura no te sientes, quiero estar solo, yo sé Laura, sé que es lunes y que detesto las calles, ves mi ventana? No existe, ves esa foto? Tampoco existe, no Laura, no soy grosero, además qué es eso? No Laura espera, esta bien, siéntate, Laura te pido por favor, no es que... Ambos sabemos que no es amor y por eso nunca viajaremos a tu ciudad, por eso no nos tomaremos ninguna foto, por eso qué frío hace aquí…

Lima no es tu ciudad, aquel lugar no se detiene en ninguna ventana que barre cuartos estúpidos, que agujera ventanas entre un amor que no fue y entre una Laura que sale y que se detiene mirando nuestras fotos colgadas en las cuatro paredes, que sale y se detiene, que se detiene y después sale, que se olvida de los ordenes y olvida que todo eso se llama soledad, eso es no llamar por teléfono y darse cuenta que uno nunca olvida, que el olvido es un punto de vista mientras todo duele, que la maldita distancia es un maldito recuerdo encerrado entre estos muros.

Las fotos se van cayendo una a una mientras el silencio extraña algún ruido, alguna tocada, algún detenerse de aire que huye como polvo dentro de una frazada que no tendimos. Es estúpido y nadie oye, es Lima y todos se tapan los ojos. Nadie mira y el tren de las doce parte y en tu ciudad los recuerdos se detienen en el ya no amor, en los lunes que se caen al piso, que abren ventanas y sepultan unos segundos de imágenes que ya no existen, de imágenes a la inversa, de frente, muriéndose de frío, titiritando cuando la nieve cae y no te das cuenta que por allá son las doce, que escribo y que me esperas jugando con una flor azul, que tú te detienes y me dices que no nos iremos nunca, que es mejor desempacar y seguir tomando ese vino que nos trajimos de Lima, que es mejor el frió de noche que de día donde todos se odian, que el amor siempre es amor... Y aun así dale con que ese año venga y me pregunte por estos meses colgados en una pared simétrica, intentando recodar a Laura, huyendo de una luz y de unas caricias que se fueron por nunca ser lunes. Porque te diste cuenta de todo, porque te fuiste y a Lima no volviste, porque de este cuarto a ti, los pasitos son pasos gigantes de una caja cayendo y de ti totalmente blanca, de ti mirando y de pronto cerrando los ojos, estando muy quieta, estando fuera de todo y siempre cayendo, siempre encima de la tierra, siempre en casa, siempre...

Las fotos son de colores y en blanco y negro, quizás así son menos grandes, menos chicas, quizás así todo vuelve y se va, quizá ya no es lunes y yo no me he dado cuenta...

viernes, 5 de octubre de 2012

Despejar y despejar.


Al verla entrar aquella tarde en la cafetería, Ronald sintió que el invierno había regresado trayendo esa sensación infinita que lo apretaba desencadenando temblores e ideas sobre como es que la ternura desaparece con la individualidad.


Cuando la vio sentarse frotándose sus manos mientras observaba a las personas pasar, Ronald se detuvo en la puerta y un poco con miedo y angustia (Pero por qué miedo y angustia?) caminó hasta el estante a pedir su café muy cargado como siempre, al pasar al lado de ella sintió que ese invierno seria muy largo y tierno (Pero por qué largo y tierno?) Luego caminó sin hacer nada, saliendo de ese lugar abrigándose con su saco negro acomodándose su cabello echándoselo para atrás… Sin embargo fuera de todo ese instante, de los ojos y de la tarde de lluvia que aparecía en ese momento, aquella muchacha no sólo percibió aquel invierno también diferente, sino que al levantar su mirada y al darse cuenta que el que pasaba era alguien que ella había conocido hacía muchísimo tiempo sin saber de dónde y que lo más seguro es que no lo conocía de verdad…pero sin embargo lo conocía, lo había visto quizás en esas nubes de leche o de algodón con que de niña jugaba a ser princesa atrapada, sintió un apretón en su pecho y sus manos temblorosas empezaron a enfriárselas, quiso salir pero se detuvo, tenia miedo y angustia (sí, miedo y angustia) y ese tiempo se le hizo largo y tierno (sí, largo y tierno) hasta que suspiró sobre el pequeño humo de su taza sonriendo levemente.

Durante las semanas siguientes los dos se miraban sin saber qué era eso de mirarse tanto, qué era eso de voltear cuando el otro no mira y viceversa, de nuevo… Como siempre… Cada tarde otoñal se había vuelto un puente para lo incierto, para las despedidas sin decir una palabra y más aun sobre el miedo de que tarde o temprano tenían que conocerse… Cada vez que Ronald avanzaba por esas calles ella de lejos lo miraba y sentía que era demasiado extraño y oscuro, como si él tuviera un tipo de aura distante, parecía caminar como si estuviera solo en el mundo y que las calles fueran un laberinto que ya conocía perfectamente…

Una noche lejos de esa cafetería y de todos los lugares que visitaban comúnmente, se toparon mientras ella observaba maravillada desde fuera de un acuario los peces bailar lentamente sin chocarse, fue cuando sintió un frío que vino desde debajo de su ropa hasta despeinarla lentamente el cabello. En ese instante volteó a su derecha y al verlo venir tan abrigado, tan oculto y en silencio, fue que ella se detuvo en la mirada y él se detuvo también a su lado y los dos al mirarse sin decir una palabra, sonrieron por dentro hasta que Ronald le señaló el oeste, como si ese tuviera que ser el camino donde deberían de ir, pero lo que más le sorprendió a ella fue que vivía también en el oeste. Fue entonces que sintió que las coincidencias sí existían, sin embargo ella aun con miedo no decía ni una palabra hasta que él le dio la mano diciéndole me llamo “Ronald” y fue en ese momento que al sentir su mano de ella, él supo que ese invierno sería una trampa, una de esas trampas donde uno salta para salir herido, pero que era tan hermoso el salto que valía la pena tanto frío, tanta tristeza y temblor, tanto futuro incierto y el querer que de golpe se divide y es cruel y masoquista, es tantas cosas enumeradas siguiendo una fila de días enredados en instantes… Porque todo está hecho de “instantes” y eso Ronald lo sabía tan bien que por eso mismo le señaló el oeste… “Me llamo Malena…” Y sin decir más los dos partieron llenándose de datos mutuos, desde la familia, el credo y tantas otras cosas más que cuando llegaron al puente donde tenían que separarse para irse a sus casas, Elena le señaló el cielo lleno de nubes, pero que en un pedacito cuarteado se podía ver la luna despeinada por la vista, a Ronald esas cosas siempre le parecieron cursiles, tontas, llenas de flores que le causaban molestia, porque el querer al igual que el romanticismo se había degradado con el cursilismo, pero lo que más le molestó en ese momento fue que al mirar esa luna sintió tanta ternura dentro y más con una Malena que lo miraba con esa sonrisa tan calida para ese invierno y quiso odiarse por dentro pero no pudo, quiso odiarla pero tampoco pudo, todo era uno de esos instantes en que ya había caído nuevamente, otra vez… No se había sentido así desde hacia tanto tiempo, desde que el invierno tenia otro color y las calles se llenaban de tantos recuerdo que ya no existían. Entonces por un instante recordó su pasado, sin embargo ya no le dolió tanto eso, lo que le molestó y mucho fue que ya no hubiera nadie para rescatarlo y a la vez también le molestó que Malena estuviera tan cerca de él quitando muros que no se quebraban hace tiempo… “Haces que me sienta como antes…” Le dijo él mientras se ponía los anteojos, observando como a ella el invierno le hacia bailar su cerquillo castaño. Todo con un aire espeso que le prometía un final incierto y de muchas sonrisas por esa avenida grande que Ronald conocía tan bien…

Como si su vida fuera un cuento escrito por un maldito dictador ciego, orgulloso y muy irónico… definitivamente…

miércoles, 26 de septiembre de 2012

La tristeza tiene ojitos cafés.


 
Ese día mi madre me dijo que me vistiese elegante para la primera comunión de mi primo. Yo no comprendía porqué tenia que ir, casi no tenia relación con ese primo y hasta recuerdo que varias veces él me ignoró por ser cinco años mayor que yo. Pero mi madre ya había hablado y a mí lo único que me quedaba era vestirme con mi pantalón azul y una camisa de botones claros…  Se puso los zapatos para ese tipo de ocasiones y su padre lo llamó para peinarlo de la misma forma de siempre con el cabello al costado derecho formándole un pequeño moño en la parte de adelante que le daba un toque a niño bueno.

En el camino iba pensando en buques de guerra…. No sé porqué siempre en mi mente aparecían buques inmensos. El camino era largo, mi tía vivía a una hora de surquillo cruzando las casas coloridas hasta llegar a árboles y pistas de tierra, todo era tan diferente a mi barrio, en especial por ese aire impregnado a campo viejo…   Pero ese día era la primera comunión del primo y otra vez se dirigían a ese lugar, quería que el tiempo pasase rápido casi como un cerrar de ojos… Ya en la casa de la tía todo andaba muy tranquilo, hasta que la sala se llenó de muchos adultos empujando a los niños al patio, eso le molestó mucho a Ronald  (El primer nombre de andrés) porque ahora no podría sentarse y pensar en sus cosas, sino que tendría que dar vueltas por ahí en plena tarde de noviembre.

Fue cuando observó a un grupo en el patio dando vueltas, entre ellos sus hermanos, su primo, otro niño y una niña que se encontraba de espaldas hacía él. Cuando Ronald se acercó como invitándose a jugar solo, aquella niña volteó diciéndole: “Encantado” y le dio un pequeño golpe en el brazo y se fue corriendo con una sonrisa indescifrable en ese momento… No podía creerlo, era como si en un instante todo hubiera cambiado dentro de mí, quién era ella? por qué el juego de un tiempo a otro se había vuelto un puente para saber que existe alguien que me hace dudar sin saber de qué dudo. Cuando estaba a punto de buscar una respuesta, mi hermano me recriminó a que juegue o que me largue, yo no sabia cómo reaccionar, entonces todos empezaron a gritarme que me apure y fue en ese momento que los perseguí, pero realmente no perseguía a nadie, sino que necesitaba acercarme a esa niña que me había tocado y cuando por fin la alcancé, ella me sonrió y no sé por qué su piel blanca y esos ojos cafés me dejaron sin pensamiento, así que ella escapó y lo único que me quedó fue volver a perseguirla… Era la primera vez que Ronald sentía tanta curiosidad por alguien, y más por una niña. Cuando intentaba recordar las veces que su corazón había latido tan rápido sólo conseguía sentir una ansiedad y un vacío muy grande, quiso detenerse pero no podía, quiso llamarla pero no sabia su nombre, rogaba porque todos se fueran y sólo se quedaran ellos dos y mientras mas dudas se le acumulaban lo único que quería responderse era el por qué sentía estas cosas…  Era muy extraño, en mis ocho años de vida, jamás me había sucedido esto, ella no era igual a los demás, no era como mi hermana ni como mi prima, no era como la vecina de mi casa, ni las niñas del colegio, no era igual a mí pero necesitaba que esté a mi lado aunque sea por un instante, todo se volvía tan complicado, pero tuve que disimularlo bien porque sino todos se darían cuenta… Cuando el juego terminó, Ronald se acercó sin motivo hacia ella… Ese silencio incomodo que se apoderó del instante fue tan largo que pude haber dado miles de vueltas por el mundo y seguir ahí. Pero gracias a Dios que el hermano menor de ella comenzó a contarme de su casa, de su perro, de tantas cosas que ella le pedía que se calmara porque no se le entendía y fue ahí que poco a poco los dos comenzamos a reírnos por lo gracioso de la situación.

Cuando él se fue a buscar a su mamá dejándonos solos, yo le pregunté su nombre y ella me respondió que se llamaba Jessica… “Jessica”. Lo habrá pronunciado mil veces en su mente mientras ella sonreía contándole que tenía siete años y juntaba sus manitas moviéndose levemente de un lado a otro. Ronald no podía soportar tanta ternura, tanta emoción y más cuando ese nombre sonaba a dulce de algodón para él. Poco a poco empezó a observarla detenidamente, desde sus zapatos blancos hasta su casaca térmica roja con capucha donde su cuello se escondía dejando su rostro blanco con esos ojos cafés tan importantes en ese momento que no existía nadie mas (Años después andrés se dio cuenta que los ojos cafés eran su más grande perdición). Ella lo miraba preguntándole sobre su colegio y él le respondía con muchas historias que a Jessica le parecían muy divertidas… Recuerdo que toda la noche estuve a su lado, queriendo no perderme ningún detalle, ningún gesto, ya no me importaban ni las bromas de mis hermanos, ni que el cielo esté oscuro, quería decirle muchas cosas pero no sabía qué…

La noche descendió con más fuerza oscureciendo el patio completamente, las estrellas parecían puntitos inútiles sobre el cielo mientras en la casa todos los adultos bebían discutiendo sobre un sin fin de temas. Mientras en la ventana Ronald y Jessica miraban a todos y ella le señalaba a su mamá y él le sostenía su dedito para señalarle a la suya, era todo extraño, por mas que ya era tarde y todos los menores ya se encontraban durmiendo, fue por eso que cuando la mamá de Jessica se dio cuenta que ella aun estaba despierta la llamó diciéndole que mejor se acostara un rato y que por la mañana ya se irían a casa con más tranquilidad… Ella se despidió de mí no sin antes diciéndome que temprano buscaríamos gorriones. Se fue y yo aun permanecía inútil en esa ventana, pensando muchas cosas y a la vez con una tristeza que no podía explicar, así que me senté en el patio observando los árboles inmensos, descubriendo en la soledad  que a veces dan ganas de estar triste sin saber por qué. Luego de mucho tiempo de estar ahí sentí que alguien me llamaba, era el hermanito de Jessica que me decía que algo le pasaba a ella, yo no le entendía bien, pero él insistía tanto que nos fuimos al cuarto. La vi a ella con sus ojitos cerrados y respirando levemente, al voltear su hermano había desaparecido, cuando quise ver lo que le sucedía fue ahí que le toqué sus labios y no vi nada, quizás se había confundido, quizás era una pesada broma, pero no importaba… Ronald estaba hipnotizado, temblaba y seguía con sus dedos paseando por sus mejillas, tocando sus ojos hasta que ella los abrió… Me miraba en silencio, sin decirme nada, mientras yo permanecía con mis manos en su rostro y no sé cuánto tiempo estuvimos así, sin pronunciar palabra, sólo mirándonos a los ojos, hasta que yo sin pensarlo le pregunté: “Estas bien?” y ella me respondió “sí”. Le sonreí acercándome a ella y la besé… Era su primer beso y no supo porqué lo hacia, fue como un impulso, como si fuera lo único que podía hacer en esa noche y ella le respondió con tanta ternura que años después Ronald siendo andrés lo recordaba en silencio con nostalgia, como si la palabra amor hubiera nacido desde una niña de siete años con su casaca roja y ojos cafés…

Luego en silencio me fui al otro cuarto donde dormía mi hermano y me acosté pensando en ella hasta que el sueño me venció. A la mañana siguiente al despertar me di cuenta que ya todos se habían levantado, lo primero que pensé era si es que había soñado todo, cuando por fin aclaré mis ideas, me levanté violentamente y fui a buscarla, pero nada, la busqué en la sala, el patio, la cocina y nada, no había rastro, mi desesperación era tan grande que le pregunté a mi primo por ella y él me respondió que se habían marchado muy temprano. Sentía como si en mi pecho algo hubiera estallado, mis manos temblorosas las flotaba mientras todo iba perdiendo sentido, quería irme, así que le insistí a mi mamá para marcharnos. En el bus de camino cerré los ojos recordándola y la tristeza se alzaba hasta hacerme dormir nuevamente… Desde aquel día Ronald pensaba en ella todos los días hasta que los años pasaron y él se volvió en andrés y a pesar que ya no recuerda cuánto duró el beso, ni la hora, ni siquiera en qué día sucedió, lo único que le quedó claro es que no la volvería a ver y que ella seria una niña para siempre…
 

jueves, 23 de agosto de 2012

23

Amar consiste en acumular toda la pena y ablandarla con compañía, amar significa una noche en cama abrazados llorando hasta el amanecer… Es raro siempre pensé que todas las cosas que alguna vez habían sido escritas no eran para mí, que no significaban o al menos no tenían mi nombre por todos lados… Ahora que este invierno ha ido descascarando mis ojos con días llenos de una soledad recurrente me he dado cuenta que no pertenezco a algún lugar de verdad. No soy de mi casa, del trabajo, de los amigos de siempre, no soy de mis manos, no soy de esta ciudad que se rompe con cada día que pasa… Y no es que esto no lo haya sentido o pensado antes, quizá no me gusta decirlo en voz alta, escribirlo e ir copiándolo aquí, a este abandono de sitio que se abandona cada vez más… Hace tanto tiempo que intentaba escribir y no podía, no puedo… esto sólo es un borrador gastado en una maquina vieja que se deshace cada vez que trato de ser un nombre que ya no tiene significado. Ahora el mundo es extraño, quizá más impaciente y violento, mientras que yo sigo pensando todo, sintiendo todo, adolorido de todo y sin abrir la boca de verdad. He llegado a la conclusión que ser sincero y decir la verdad no sirve para nada, que la mentira tiene más años y experiencia que siempre se traga todo lo bueno y lo entierra en este mundo vicioso y asquerosamente simple. Ahora sé que no sirve de mucho decir las cosas que uno siente, no vale decir horas, paseos, no vale mostrarse como espejo y abrir las manos entregando un mundo que nadie ya merece. Las personas no creen en la verdad, viven en la mentira sabiendo en donde están parados, se bañan y sudan eso… Ahora en Lima llueve y hace mucho frío, ahora uno tose, se despeina y no importa, sólo queda amarrarse las manos, alejarse de todo cuanto llama al recuerdo e ir quitándose poco a poco el polvo de la piel de imágenes construidas que nunca más volverán a respirar. Es raro, todo es raro cuando duele en la noche, cuando uno despierta después de haber soñado cosas que no se deben soñar ya… Amar consiste en dibujar un final, amar es el desnivel de lo imperfecto con la tristeza, amar es nunca poder odiar cuando se debe. Yo jamás pude mentir, engañar, ni imaginarme una vida para siempre, jamás oculté las manos en otras sabanas ni pronuncié otro abecedario, y no me importa que nadie me crea, no me importa que me señale, que escupa sobre mi nombre queriendo dibujarme de una forma distinta para que ella tenga menos culpa de los asqueroso en lo que se ha convertido todo. No me importa sentir pena, sentir felicidad, no me importa ya si llueve o todo se cubre de sol, no me importa crear un lugar donde consolar o insultarme. Todas las caricias, palabras, imágenes, vueltas del mundo no tienen importancia. Hace mucho morí dos veces y no hay nadie que pueda comprenderlo (a veces miro una foto que no es foto y me quiebro sin hacer un gesto…). Seguiré siendo el mismo tipo y saldré, me perderé, volveré, querré, me iré, y nada de eso me importa, así como escribir y dejar en claro que después de tantas cosas (dos) que pasé no merezco ni siquiera respirar, es por eso que a veces… Así que adiós y de verdad adiós compañera.