Vienes aquí Mariana, de nuevo,
otra vez, como tantas otras veces… Vienes aquí contando tus pasos como si
fueran monedas hechas de algodón. Yo he temblado un poco al verte venir, al
verte entrar y cerrar la puerta de este cuarto que se ha vuelto un pequeña caja
de cuatro paredes que nos encierran en círculos inútiles… Sí y digo inútil
porque todo ese invierno de allí afuera y toda la lluvia, boca suelta y
consuelo, me dicen que no hay nada que te haga cambiar de parecer, de que al
fin de cuentas te iras y no volveré a tener un futuro contigo. No sabes cómo
duele eso Mariana, no sabes cómo el aire diminuto se eleva por mis fosas nasales
y ni aun así me siento completo de vida o mejor dicho de tu vida… Sin embargo a
pesar de todo eso, a pesar del universo y de ojos café, sigo aquí sin moverme,
queriendo quererte nuevamente, otra vez, como tantas veces… ¿Ves Mariana? ¿Ves cómo
es inútil todo? Hasta el hablarte es como un rezo que nadie escucha y todo lo mío
duele y los balcones de aquellas casas se desmoronan al cerrar los ojos y tú no
los ves porque hace mucho que dejaste de creer en esto, y si yo aun percibo
esas cosas es porque hay lugares, voces y rostros que nunca se mueren en mis
ojos (Como esas imágenes que despiertan en mí al dormir).
Pero sin embargo estas aquí, acercándote
como danza otoñal en pisos transparentes. Se puede sentir tu miedo, tu calor, tus
roces de aire con que respiras diciéndome que no te deje sola… Siento
nuevamente que estás confundida y son en esos instantes donde eres esa mujer
que odio con todo mi cariño… Por eso jugamos siempre a músicos, a globos azules,
a vaivenes de mares inhóspitos, jugamos a tener otros nombres… Y por eso te
estoy queriendo apretándote los senos con necesidad y ternura, sin una pizca de
morbo ni fantasía cursi, es una necesidad de estar en ti más allá de tu piel,
bordeando cada poro como en acuarela de invierno y así poco a poco volverte la dadora de todo el amor, de todos los
infinitos, de las palabras que se doblan para significar lo incomprendido que brotan de los labios
cuando se ama un amor torpe, un amor que
es derrotado por ingenuo, que no resalta ante ningún otro sentimiento y que
pierde por el odio, que no tiene fuerzas para luchar, que se muere de frío
cuando se separa… Un amor que reúne todas las características de lo inagotable
del dolor, que se junta transparente con el infinito para darme la razón de que
el olvido no existe, no claro que no… Por eso estás en este cuarto que tiene
mucho olor a humo de tabaco, a mucho
pasado, con mucha ebriedad de copas y estamos con miedo, inseguros de nosotros mismos
porque nada es suficiente, no, claro que no lo es, y te despeino con una
caricia mientras sonríes con miedo… “Estas temblando…” Estas agitada, quieres huir mientras te
atrapas de mis manos queriendo morir en instantes y yo como un dictador te
gobierno en cada centímetro, cada rasgo y lunar es mío, cada aliento y ojos,
cada lluvia y amanecida te convierte en esa luz que parpadea en mis pupilas
adoloridas por la continua casualidad de encontrarte.
Hace tanto calor aquí y decirte que el amor acaba me suena tan falso
ahora, poco a poco estas consiguiendo que deje de creer en mí, y te odio porque
me odias, te odio porque nos queremos y es inútil, te odio de boleto, de manía,
te odio porque no eres transparente, te odio y millones de cosas más que entiendes
perfectamente porque al salir de aquí seguiremos caminando por los parques y
avenidas, me seguirás contando de tu familia cruel, de tus futuros anteojos,
del vino que tomaras al llegar a casa y yo te miraré porque no se puede querer
de otra manera y me dirás que soy un tonto y que no te mire así, luego
tantearas entre miles de preguntas para por fin preguntarme por Laura y yo no
querré decirte ni una palabra y me volverás a odiar por unos instantes y yo al
saber que te estoy perdiendo nuevamente te preguntaré muy cómplice… “Quién es
el que te odia con todo su cariño?” Entonces te reirás y de reojo me
contestaras… “Tú, Tú, Tú, Tú…”
.
.
.