
No quiero esperar un eco de los nombres
Y por eso he resuelto en soltar cada uno de mis dedos para que
sirvan cuando el túnel se cierre de una vez.
Por eso ven, acércate y oyeme gritarle a la cigarra que se plantó
de un tirante oscuro en la pared.
Es como oír una canción y tocar las letras despeinando cada sonido,
crujiendo como los huesos tensados.
Así que no creas que sea posible si me llamas ocultándote,
como si escaparas de mi nombre siendo incompleta como siempre.
Y alejas de tu vientre mi esperanza de tu cuarto,
los gemidos emancipados por mis manos desnudas.
No has podido detener el tiempo en tu instante,
Y ahora lo que haces es pretender una nueva morada.
Separar las líneas inmortales que se ahogan en el remolino de mi voz.
Y lo haces siempre escapando, insultando el camino, gritando: “Maldición!”
Y lo único que consigues es extender el túnel infinitamente.
Igualas al universo y no lo sabes...
No sabes que pensaras llegar al final y me veraz ahí
Y yo inmóvil te ultrajaré sin tocarte
Te haré recordar miles de reproches y el “nunca más” será parte de los dos.
Y otra vez serás la corredora infeliz que huye
Mientras yo esperaré aquí en el vacío...