viernes, 5 de octubre de 2012

Despejar y despejar.


Al verla entrar aquella tarde en la cafetería, Ronald sintió que el invierno había regresado trayendo esa sensación infinita que lo apretaba desencadenando temblores e ideas sobre como es que la ternura desaparece con la individualidad.


Cuando la vio sentarse frotándose sus manos mientras observaba a las personas pasar, Ronald se detuvo en la puerta y un poco con miedo y angustia (Pero por qué miedo y angustia?) caminó hasta el estante a pedir su café muy cargado como siempre, al pasar al lado de ella sintió que ese invierno seria muy largo y tierno (Pero por qué largo y tierno?) Luego caminó sin hacer nada, saliendo de ese lugar abrigándose con su saco negro acomodándose su cabello echándoselo para atrás… Sin embargo fuera de todo ese instante, de los ojos y de la tarde de lluvia que aparecía en ese momento, aquella muchacha no sólo percibió aquel invierno también diferente, sino que al levantar su mirada y al darse cuenta que el que pasaba era alguien que ella había conocido hacía muchísimo tiempo sin saber de dónde y que lo más seguro es que no lo conocía de verdad…pero sin embargo lo conocía, lo había visto quizás en esas nubes de leche o de algodón con que de niña jugaba a ser princesa atrapada, sintió un apretón en su pecho y sus manos temblorosas empezaron a enfriárselas, quiso salir pero se detuvo, tenia miedo y angustia (sí, miedo y angustia) y ese tiempo se le hizo largo y tierno (sí, largo y tierno) hasta que suspiró sobre el pequeño humo de su taza sonriendo levemente.

Durante las semanas siguientes los dos se miraban sin saber qué era eso de mirarse tanto, qué era eso de voltear cuando el otro no mira y viceversa, de nuevo… Como siempre… Cada tarde otoñal se había vuelto un puente para lo incierto, para las despedidas sin decir una palabra y más aun sobre el miedo de que tarde o temprano tenían que conocerse… Cada vez que Ronald avanzaba por esas calles ella de lejos lo miraba y sentía que era demasiado extraño y oscuro, como si él tuviera un tipo de aura distante, parecía caminar como si estuviera solo en el mundo y que las calles fueran un laberinto que ya conocía perfectamente…

Una noche lejos de esa cafetería y de todos los lugares que visitaban comúnmente, se toparon mientras ella observaba maravillada desde fuera de un acuario los peces bailar lentamente sin chocarse, fue cuando sintió un frío que vino desde debajo de su ropa hasta despeinarla lentamente el cabello. En ese instante volteó a su derecha y al verlo venir tan abrigado, tan oculto y en silencio, fue que ella se detuvo en la mirada y él se detuvo también a su lado y los dos al mirarse sin decir una palabra, sonrieron por dentro hasta que Ronald le señaló el oeste, como si ese tuviera que ser el camino donde deberían de ir, pero lo que más le sorprendió a ella fue que vivía también en el oeste. Fue entonces que sintió que las coincidencias sí existían, sin embargo ella aun con miedo no decía ni una palabra hasta que él le dio la mano diciéndole me llamo “Ronald” y fue en ese momento que al sentir su mano de ella, él supo que ese invierno sería una trampa, una de esas trampas donde uno salta para salir herido, pero que era tan hermoso el salto que valía la pena tanto frío, tanta tristeza y temblor, tanto futuro incierto y el querer que de golpe se divide y es cruel y masoquista, es tantas cosas enumeradas siguiendo una fila de días enredados en instantes… Porque todo está hecho de “instantes” y eso Ronald lo sabía tan bien que por eso mismo le señaló el oeste… “Me llamo Malena…” Y sin decir más los dos partieron llenándose de datos mutuos, desde la familia, el credo y tantas otras cosas más que cuando llegaron al puente donde tenían que separarse para irse a sus casas, Elena le señaló el cielo lleno de nubes, pero que en un pedacito cuarteado se podía ver la luna despeinada por la vista, a Ronald esas cosas siempre le parecieron cursiles, tontas, llenas de flores que le causaban molestia, porque el querer al igual que el romanticismo se había degradado con el cursilismo, pero lo que más le molestó en ese momento fue que al mirar esa luna sintió tanta ternura dentro y más con una Malena que lo miraba con esa sonrisa tan calida para ese invierno y quiso odiarse por dentro pero no pudo, quiso odiarla pero tampoco pudo, todo era uno de esos instantes en que ya había caído nuevamente, otra vez… No se había sentido así desde hacia tanto tiempo, desde que el invierno tenia otro color y las calles se llenaban de tantos recuerdo que ya no existían. Entonces por un instante recordó su pasado, sin embargo ya no le dolió tanto eso, lo que le molestó y mucho fue que ya no hubiera nadie para rescatarlo y a la vez también le molestó que Malena estuviera tan cerca de él quitando muros que no se quebraban hace tiempo… “Haces que me sienta como antes…” Le dijo él mientras se ponía los anteojos, observando como a ella el invierno le hacia bailar su cerquillo castaño. Todo con un aire espeso que le prometía un final incierto y de muchas sonrisas por esa avenida grande que Ronald conocía tan bien…

Como si su vida fuera un cuento escrito por un maldito dictador ciego, orgulloso y muy irónico… definitivamente…

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