No sabía entender que las cosas
tangibles se desdoblaban al cerrar los ojos, como una especie de juego instantáneo
que se mueve con el sonido y con las cosas blandas. Por eso Joaquin en cada
parpadeo sentía que iba poniendo un punto seguido a todo, como si la vida
estuviera hecha de continuaciones que no siempre juegan a favor de uno… Era
difícil no sentirse así, por eso le fastidiaba mucho la luz, las cosas
amarillas, esas cortinas transparentes que vuelan como si no supieran que estuvieron
siempre muertas.
Ahora en ese sábado que iba
caminando por los mismos lugares infectados de gentes, de anuncios grotescos y
de mucho olor a verano, empezaba a querer hundirse en la soledad, en esa
soledad que también se desdoblaba en dos. Por un lado era el sur y por el otro
un parque de asientos de madera. “Ya no queda nada…” Lo dijo como tratando de
comprender esa calle, ese pequeño bochorno que trataba de ahogarlo con
recuerdos que se unían a otros recuerdos y que volvían como un golpe que
despierta amaneceres. Era difícil estar cuerdo mirando todo de esa forma, por
eso le costaba creer que toda esa noche tenia algo de atardecer de hace algunos
años. “Ya no queda nada…” Volvió a repetirlo sin mucha fuerza, despegando
lentamente de su ropa la quietud de la noche.
Se detuvo observando las esquinas
tratando de decidir hacía dónde dirigirse. Los autos con las luces encendidas parecían
que pasaban una y otra vez sobre él y las personas lo miraban como siempre de
reojo. Ya esa noche le dolía demasiado como para soportar tantas caricias
perdidas, tantas palabras que caen en un agujero inútil. Quiso recordar el olor
de Mariana en esas noches donde se perdían en cada rincón oscuro, donde ella
lloraba sin comprender porqué lo hacia y Joaquin que siempre le comentaba que
era el llanto que venia del futuro, de esas peleas que tendrían sin sentido, de
esas canciones que algún día él le dedicaría… “Ya no queda nada…” Por eso Mariana
en cada lágrima iba deshaciéndose como si empezara a ser transparente poquito a
poquito en los brazos de Joaquin, y él la sentía partir… “Te estoy perdiendo” Era
como una forma lenta de separarse, de huir, de decir adiós aun sin decirlo, de
saber que aún le quedaba algunos instantes que le dolerían hasta que se
convierta en un pasado que no lleva abrigo. La luna es una moneda guardada en
la billetera, su perfume se volverá en una de esas calles que se ocultan en las
esquinas que a larga nunca más pisará, ni siquiera se podrá volver infinita en
la memoria y por dentro sentía un vacío que se agrandaba como tejiendo poco a
poco una soledad más oscura y tenia problemas de respirar. “Lo físico se junta
con el alma y sale adolorido todo…” Se dijo como queriendo consolarse de lo que
sentía. Sus manos empezaron a temblar levemente dentro de los bolsillos de su
abrigo, “Tal vez es un poco de ansiedad”. Pensó, o tal vez es una de esas
trampas tristes en que uno cae un sábado a medianoche y que no te deja caminar tranquilamente,
además el calor es insoportable y se va juntando con el cielo despedazado, con
las luces de los postes, todo desembocaba en una pequeña tortura para él. Sentía
que necesitaba estar en algún rincón oscuro y frío, un rincón con innumerables
susurros que apenas pueda percibir.
De pronto se dio cuenta que no había
llamado a Laura, que no había podido escuchar su voz y que de seguro ella lo estaría
odiando por eso. Se sintió un poco desolado al no tenerla cerca, de quererla como
hace tiempo no quería y aun así con todo eso ella estaba lejos y además no era
Mariana, era la ironía del circulo ridículo del tiempo. Por un lado la fuga de
Mariana, su adiós y su regreso y su nuevo adiós y poco a poco así tan transparente…
Y por el otro lado la persona que lo podía salvar de esa pérdida no se
encontraba en ese momento con él, hasta parecía una comedia trágica donde uno
se ríe tristemente todo el tiempo, donde las lágrimas son caminos a seguir con
los ojos.
Quiero fumar. Odiaba fumar.
Necesito fumar. Todo eso apretándolo en espiral sin sentido, “Si Laura
estuviera aquí la salvaría” Pero Laura estaba en su casa esperándolo hace horas,
por un momento estuvo a punto de ir, pero no, ya era tarde, las ventanas
andaban cerradas, así como sus ojos en ese maldito sábado donde ella siempre lo
miraba con ese amor de siempre donde él se sentía perdido. “Si Mariana estuviera aquí
me salvaría” Pero Mariana estaba acompañada aunque estuviera extrañándolo (quizás
un poquito). Estuvo a punto de llamarla… Pero seguro Mariana andaría ebria
bailando sin sentido (o quizás con mucho sentido) y estaría riéndose aunque
estuviera extrañándolo (quizás un poquito). Estuvo a punto de llamarla… Pero
seguro Mariana andaría haciendo el amor en algún rincón, entregándose lenta y
perdidamente aunque estuviera extrañándolo (quizás un poquito). Nuevamente
Nuevamente Nuevamente… (Hay juegos de escondidas donde se pierde el alma).
Por eso en ese instante guardó su
celular y empezó a caminar siguiendo algún aroma conocido, quizás uno que le
traiga algún recuerdo extraviado o tal vez otro que aun no existía… Imposible
saberlo. Esa noche calurosa empezaba a marearlo, a confundirlo entre las
pequeñas ramas que colgaban en cada esquina junto a esos postes de luz y a esas
estrellas minúsculas que parecían escupidas de algún claroscuro.
...
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