jueves, 10 de abril de 2014

Dos.



No sabía entender que las cosas tangibles se desdoblaban al cerrar los ojos, como una especie de juego instantáneo que se mueve con el sonido y con las cosas blandas. Por eso Joaquin en cada parpadeo sentía que iba poniendo un punto seguido a todo, como si la vida estuviera hecha de continuaciones que no siempre juegan a favor de uno… Era difícil no sentirse así, por eso le fastidiaba mucho la luz, las cosas amarillas, esas cortinas transparentes que vuelan como si no supieran que estuvieron siempre muertas.

Ahora en ese sábado que iba caminando por los mismos lugares infectados de gentes, de anuncios grotescos y de mucho olor a verano, empezaba a querer hundirse en la soledad, en esa soledad que también se desdoblaba en dos. Por un lado era el sur y por el otro un parque de asientos de madera. “Ya no queda nada…” Lo dijo como tratando de comprender esa calle, ese pequeño bochorno que trataba de ahogarlo con recuerdos que se unían a otros recuerdos y que volvían como un golpe que despierta amaneceres. Era difícil estar cuerdo mirando todo de esa forma, por eso le costaba creer que toda esa noche tenia algo de atardecer de hace algunos años. “Ya no queda nada…” Volvió a repetirlo sin mucha fuerza, despegando lentamente de su ropa la quietud de la noche.

Se detuvo observando las esquinas tratando de decidir hacía dónde dirigirse. Los autos con las luces encendidas parecían que pasaban una y otra vez sobre él y las personas lo miraban como siempre de reojo. Ya esa noche le dolía demasiado como para soportar tantas caricias perdidas, tantas palabras que caen en un agujero inútil. Quiso recordar el olor de Mariana en esas noches donde se perdían en cada rincón oscuro, donde ella lloraba sin comprender porqué lo hacia y Joaquin que siempre le comentaba que era el llanto que venia del futuro, de esas peleas que tendrían sin sentido, de esas canciones que algún día él le dedicaría… “Ya no queda nada…” Por eso Mariana en cada lágrima iba deshaciéndose como si empezara a ser transparente poquito a poquito en los brazos de Joaquin, y él la sentía partir… “Te estoy perdiendo” Era como una forma lenta de separarse, de huir, de decir adiós aun sin decirlo, de saber que aún le quedaba algunos instantes que le dolerían hasta que se convierta en un pasado que no lleva abrigo. La luna es una moneda guardada en la billetera, su perfume se volverá en una de esas calles que se ocultan en las esquinas que a larga nunca más pisará, ni siquiera se podrá volver infinita en la memoria y por dentro sentía un vacío que se agrandaba como tejiendo poco a poco una soledad más oscura y tenia problemas de respirar. “Lo físico se junta con el alma y sale adolorido todo…” Se dijo como queriendo consolarse de lo que sentía. Sus manos empezaron a temblar levemente dentro de los bolsillos de su abrigo, “Tal vez es un poco de ansiedad”. Pensó, o tal vez es una de esas trampas tristes en que uno cae un sábado a medianoche y que no te deja caminar tranquilamente, además el calor es insoportable y se va juntando con el cielo despedazado, con las luces de los postes, todo desembocaba en una pequeña tortura para él. Sentía que necesitaba estar en algún rincón oscuro y frío, un rincón con innumerables susurros que apenas pueda percibir.

De pronto se dio cuenta que no había llamado a Laura, que no había podido escuchar su voz y que de seguro ella lo estaría odiando por eso. Se sintió un poco desolado al no tenerla cerca, de quererla como hace tiempo no quería y aun así con todo eso ella estaba lejos y además no era Mariana, era la ironía del circulo ridículo del tiempo. Por un lado la fuga de Mariana, su adiós y su regreso y su nuevo adiós y poco a poco así tan transparente… Y por el otro lado la persona que lo podía salvar de esa pérdida no se encontraba en ese momento con él, hasta parecía una comedia trágica donde uno se ríe tristemente todo el tiempo, donde las lágrimas son caminos a seguir con los ojos.

Quiero fumar. Odiaba fumar. Necesito fumar. Todo eso apretándolo en espiral sin sentido, “Si Laura estuviera aquí la salvaría” Pero Laura estaba en su casa esperándolo hace horas, por un momento estuvo a punto de ir, pero no, ya era tarde, las ventanas andaban cerradas, así como sus ojos en ese maldito sábado donde ella siempre lo miraba con ese amor de siempre donde él se sentía perdido. “Si Mariana estuviera aquí me salvaría” Pero Mariana estaba acompañada aunque estuviera extrañándolo (quizás un poquito). Estuvo a punto de llamarla… Pero seguro Mariana andaría ebria bailando sin sentido (o quizás con mucho sentido) y estaría riéndose aunque estuviera extrañándolo (quizás un poquito). Estuvo a punto de llamarla… Pero seguro Mariana andaría haciendo el amor en algún rincón, entregándose lenta y perdidamente aunque estuviera extrañándolo (quizás un poquito). Nuevamente Nuevamente Nuevamente… (Hay juegos de escondidas donde se pierde el alma).

Por eso en ese instante guardó su celular y empezó a caminar siguiendo algún aroma conocido, quizás uno que le traiga algún recuerdo extraviado o tal vez otro que aun no existía… Imposible saberlo. Esa noche calurosa empezaba a marearlo, a confundirlo entre las pequeñas ramas que colgaban en cada esquina junto a esos postes de luz y a esas estrellas minúsculas que parecían escupidas de algún claroscuro.

“Ya no queda nada…” Lo dijo por última vez dejando los pedacitos que le quedaba de Mariana y de Laura en cada paso formando un camino lento de ternura infinita y que le dolía mucho… (Mucho y mucho…) Y ni siquiera así tuvo deseos de irse.


...

No hay comentarios: