
Quédate quieta, por favor no sigas
El aire es diminuto y no consigo respirar con tu voz mezclada en mis manos.
Otra vez tendré que imaginar un campo gris con árboles deformes
Y así tratar de olvidar que tu pecho me oprime
con cuanto recuerdo me traspasa
Estas tan cerca que puedo encontrarme en tu piel
Y no sé si soy yo el que no está aquí y esto no sea
más que tu pequeño dominio de todo a mi alrededor
Quisiera saber qué piensas, por qué siempre vas perdida
entre todos como si fueras asesina y no te importara el hogar.
Ya lo sé, es tu vida.
Tu forma de vivir para desaparecer alguna mañana en medio del caos.
Yo fui el decidido, el hombre marcado de siempre entre tus piernas,
soslayándote como un escalón que no conduce a ninguna parte
Cuántas veces me marcaste con tu odiado gemido?
Cuándo las partes fueron ajenas
y no hubo luz ni mentira para ocupar una semana
Por eso el tiempo nos precipitó de un golpe hacia rincones podridos
“No hay derecho para ser feliz” Me lo dijiste miles veces
empujando la puerta para volver a desaparecer
Hoy la semana continúa con el ojo cerrado y el aire trémulo
de un golpe amenaza como pupilas pegadas en la mano,
como una pierna sobre el frente, la nariz roja…
Mientras nosotros uno y uno... “Por favor detente”
Por favor ve, piérdete un momento, que a esa hora ilumina
la canción triste de todos los días, esa con forma de llanto,
la que no quisimos nunca, la que nos alejó para siempre.
Esa que le causa nausea a todos y que a nosotros nos dejó
con la resaca torpe de los que siempre pierden en la madrugada…