lunes, 8 de abril de 2013

Fragmento.


...Extrañar la lluvia, las calles brillantes como lagunas de cementos, ese olor a humedad, a piso vacío. Extrañar ese no poder ver nada delante, esa apagada ceremonia de huir refugiándose aquí dentro y sentirse caer en lugares que no son los míos, pero acaso algún lugar es el mío? Quisiera escribir explicándolo, pero la lluvia me llama y aquí en Lima no existe nada de eso, aquí en Lima todo es amarillo y rojo, me da la espalda y no sabe que por reflejo yo doblo la esquina para pensar en continuaciones absurdas, mientras se mete en mi solapa medio recuerdo con un cigarro amargo.

Prácticamente he sido cenicero en cuartos absurdos, he sido volcán de ciegos, una luciérnaga muerta por el zapato. Por eso es que la lluvia me llama, se mete en el sueño cuando mi cama naufraga a medianoche, me atormenta con lunares suaves, con ropa acumulada en el ropero. Y aquí esta Lima tan seca, tan sucia y de hormiga, no comprende que ya no la quiero, que la culpo de mis órdenes torpemente establecidos, que le guardo rencor por sus parques, que ya no me logra refugiar en las noches calladito. No sabe compartir conmigo lo que le da a los demás, no me permite playa ni balcones asesinos. Lima no se moja conmigo de cabeza. No esconde los caminos, ni sabe perdonar sonajeros rotos. Lima es la quinta estación vacía que no se nombró nunca, un almanaque detrás de la puerta, una Alicia sin país ni conejo…

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