jueves, 23 de junio de 2011

Madrugada



Mi madre se quedaba en el sofá y yo suplicaba en mi cama que vuelva conmigo

-Déjenme ir- Les decía a mis hermanos que me sostenían diciendo -Cálmate ya-

“Entre la sala y el cuarto hay dos kilómetros”

Tengo que pasar la cama grande, no oír ronquidos, aguantar la respiración…
-Eduardo, Maria.., déjenme en paz-

Mi madre está sola tejiendo a oscuras,
y mi gato la acompaña donde debería estar yo.
Dónde dejó su vaso que revalsó después de tantos gritos y caídas de platos?

“Entre la sala y el cuarto hay dos kilómetros”

Está con su tristeza de hilos de todos los días de semana
y no recuerda que yo con mis cuatro años aun sigo colgado del
cordón umbilical y que camino junto a ella dejando mi espalda

“Entre la sala y el cuarto hay dos kilómetros”

Hay una casa con un mundo gris que no comprende mi llanto
No comprende la torpe madrugada.

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3 comentarios:

Rox dijo...

Qué triste, Andrés... Pero me guso mucho, la verdad.

Rox dijo...

Muy triste Andrés, pero me gustó mucho la verdad... Tengo muchas dudas sobre lo que escribiste aquí pero ya te las preguntaré en persona.

Euge dijo...

te he leído en estos días andrés. No comenté porque los últimos textos me parecieron tan redondos que no había necesidad de decir algo más (o será que yo me siento un poco así quizás). Estuve espiando un poco tu ciudad, eso quería decirte. Una amiga está de viaje por allí y subió gran cantidad de fotos de Lima y la vi tal cual la describes... no podía ser de otra manera. Un abrazo!
Euge